LENGUAS MINORITARIAS Y POLÍTICA LINGÜÍSTICA... 15 Ha de destacarse, asimismo, que, en el planteamiento expuesto en el ar- tículo reproducido más arriba, se ofrecen como ejes vertcbradores de una posible política lingüística aragonesa el respeto a la historia y, particular- mente, a la situación sociolingüística viva, esto es, a los grupos sociales que se interrelacionan lingüísticamente en Aragón. También se alude, particu- larmente, a actuaciones de protección del patrimonio lingüístico que des- cansen en la educación y en una cuidadosa atención a la diversidad de si- tuaciones, sin primar ni forzar alguna en concreto. El artículo que acabo de presentarles no llegó a publicarse en su totali- dad (contenía el doble de los caracteres solicitados). Nada más terminar las vacaciones navideñas de 1997, el periodista que me lo había encargado me indicó que resultaba demasiado largo. Decidimos suprimir todos los ejem- plos del texto, a pesar de que con ello se le restaba claridad. Con esas su- presiones, el texto definitivo quedaba, ciertamente, un tanto escueto y con- tundente, pero a mí me pareció que era claro y riguroso y, sobre todo, ofrecía un punto de vista sobre medidas de política lingüística que podía contrastar con el de autores favorables a propuestas radicales, de signo cla- ramente nacionalista, del tenor de las del discurso vasco o catalán. La publicación apareció a primeros de marzo de este año (1998), con un formato espléndido y con el acompañamiento de unas fotografías verdade- ramente hermosas. La alegría y satisfacción al ver publicado mi artículo se tornaron pronto en estupor y; tras la lectura de mi texto, en indignación. De entrada, le habían cambiado el título: aparecía como "¿Aragonés?", entre signos de interrogación; traducían a medias el del Atlas Lingüístico Etno- gráfico de Aragón, Navarra y Rioja (escrito en cursiva por mí, pues es el tí- tulo de dicha obra, publicada por la Institución "Fernando el Católico"), convirtiéndolo en "Atlas Lingüístico Etnográfico de Aragón, Nafarroa y Rioja"; habían transformado el término "el aragonés" por "l'aragonés", y habían sustituido la denominación de lengua común, para el castellano, por la de lengua vehicular. Me impresionó negativamente no sólo la entidad de los cambios efectuados sino, sobre todo, el hecho de que la revista, por su cuenta y riesgo, sin contar conmigo, hubiera manipulado las palabras que yo había escrito. Acogiéndome al derecho de rectificación, escribí al redactor jefe a Bilbao, mandándole una copia de mi carta a su colega jacetano, pi- diéndole que publicara en el número siguiente una brevísima aclaración so- bre las modificaciones efectuadas. En dicha carta comentaba, de otra parte, más por extenso, algunas de las implicaciones de los cambios introducidos. Así, colocar entre signos de inte- rrogación la palabra "Aragonés" ("¿Aragonés?") tergiversaba mi intención, pues yo no dejaba en suspenso, en mi artículo, la identidad de lo aragonés ni del aragonés como dialecto histórico derivado del latín. Escribir "Nafarroa"