I74 = La insistencia en incluir el cuartel de Sobrarbe, preci- samente en tiempos de la monarquía absentista y de tendencias autoritarias, no puede tener razón más. cla- ra: la tradición aragonesa sitúa en los míticos Fueros de Sobrarbe la primacía del reino sobre el rey. El rei- no de Sobrarbe, para la cronística aragonesa, había sido la cuna de las famosas «libertades» de los arago- neses. El origen del poder regio estaba en un pacto en el que el monarca era aceptado como primas inter pares en tanto se atuviese a lo convenido. Y si non, non. Fórmula arraigada y antigua que ya aparece en san Isidoro referida al monarca godo: Rex eris si recte facies. Si non facies, non eris. Con ello. tuvo el reino por redondeado su mensaje a través de la omnipresente Heráldica. Tres milagros guerreros con sendos emblemas crucíferos aludían a la protección divina, a la cristiandad aragonesa y a las etapas y territorios originarios de Aragón (de los Ara- gones en realidad, como en plural se les llamaba): los dos núcleos pirenaicos y.la primera mayoría de edad territorial, con la conquista de la rica y bien situada Huesca y sus somontanos en 1096. Finalmente la cre- ciente majestad y el relevante poderío de la Casa de Aragón, asentado en la absorción de la Casa- de Bar- celona, fecha a partir de la cual--los reyes, desde Al- fonso II; usan ininterrumpidamente como nombre propio el de Aragón y como emblema de su estirpe el de las- Barras, mientras que Barcelona (su Concejo, Las armas de Aragón en el banco del retablo de la Cárcel de Manifestados, Jerónimo COSIDA. Museo de Zaragoza, hacia 1569. pues ya no tiene Casa privativa) sigue fiel al emblema de la Cruz, que aún ostenta en su primer y cuarto cuarteles, mientras que añade las Barras de la Casa de Aragón como complemento disminuido (dos barras en los cuarteles segundo y tercero). Al comienzo de todo el origen de la ley aragonesa que, supuestamen- te, pone en boca de los aragoneses primigenios aque- lla frase tremenda que se dirigía al futuro rey antes de tomarle juramento y aceptarlo: Nos, que somos tanto como Vos y, juntos, más que Vos... EPÍLOGO: EL DRIIGÓII D'ARAGÓ1I En el siglo XIV fueron moda brillarte y extendida las cimeras sobre los yelmos nobiliarios. En ese tiempo creó la suya peculiar el rey de Aragón. Fue, en efecto, Pedro IV y no Jaime I como a menudo .se piensa, quien utilizó e impuso por su acierto el uso a sus su- cesores, el famoso dragón alado; luego convertido por valencianos, turolenses y otros pobladores de ciudades y villas de realengo aragonés en el «rat pe- nat» o murciélago. Pedro IV encontró un «tipo parlan- te». para que, vista su cimera, no cupiese duda a quien tuviese instrucción heráldica sobre la personalidad de quien la portaba. dragón suena casi exactamente como d'Aragón (y «dragó» como «d'Aragó»). Desde ese momento Pedro colocó barras y yelmos con cimera dragonada en todos los lugares de su aprecio: en las residencias regias y en las sepulturas de sus ancestros principalmente. No hubo lugar real que no las exhi- biese. El rey lleva siempre junto a sí las Barras y el Dragón de Aragón:.. El pendon reyal, el escudo a su senyal (reyal) con el yelmo con su timbre (el dragón), portado todo ello por un alférez o senyalero caual- gando que había de ser aragonés. Desde el siglo XIV el rey de Aragón es heráldicarnente, un caballero ar- mado, revestido con los colores del Señal Real, así como las gualdrapas de su caballo y su escudo de guerra, con yelmo cerrado y coronado, rematado en gran cimera con el dragón de Aragón y, cubriendo la parte. posterior del yelmo, un paño o mantelete azul oscuro con la Cruz de Íñigo Arista, para expresar el origen de su poder y estirpe en el principal de sus muchos estados y señoríos. No hubo armorial atendi- ble desde esa fecha en toda Europa que no represen- tase de esa inconfundible y bella guisa al señor rey de Aragón, hoy símbolo unificador de las tierras y gentes de su vasta y multiforme Corona.