I70 como el historiador sabía bien. Este emblema de la cruz de plata en campo cárdeno (así lo describirá El Ceremonioso) pasó durante siglos por ser el de mayor prosapia. Arista, según tradiciones inverificables, era a un tiempo pamplonés, aragonés y suprarbiense y figu- ró en viejas cronologías como quinto rey de Sobrarbe (supuestamente a la altura del año 868). Así el cuartel acababa por resumir la estrechísima vinculación políti- ca de pamploneses y aragoneses y el conjunto de te- rritorios pirenaicos en que el reino acabó por tomar origen y fundamento, asignando a todo ello venerable antigüedad, casi dos siglos antes del testamento de Sancho III el Mayor, padre de Ramiro I. LA CRUZ DE SAN JORGE De plata, cruz de San Jorge, de gules, cantonada de cuatro cabezas de moros, de sable, tortilladas de plata. En su avance hacia el sur los aragoneses de Pedro I, hijo de Sancho Ramírez y nieto de Ramiro I, asediaron Huesca. Los musulmanes de Zaragoza (Saraqusta) enviaron considerables refuerzos y hubo batalla -cam- pal en los llanos de Alcoraz, en la cual destacó la van- guardia cristiana, mandada por Alfonso Sánchez, her- mano del rey y futuro Alfonso I el Batallador. La Crónica de San Juan de la Peña narra la. victoria ara- gonesa y la ayuda que san Jorge, a caballo, prestó a los cristianos, a la vez que, hacía lo mismo con los cru- zados que luchaban en Antioquía (en flagrante ana- cronismo por lo demás); Et este día mismo fue la batalla de Antiochia del gran peregrinage; et un cavallero de Alemanna fue entramas las batallas de Anthiochía et de Aragón, que en la batalla de Anthiochía do andava apeado prisolo San Jorge en las ancas.. del cavallo; vencida aquella batalla, vinosé San Jorge con el cavallero a la batalla de Huesca et vidieronlo visiblement con el cavallero; en las ancas, et dexolo allí do oy en día es la eglesia de San Jorge de las Boqueras. El cavallero cuydó que toda era una batalla pero no conocía ni entendía ninguno de los de allí, et por razón que sabía gramática el cavallero, entendie- ron algunos en latín et recontó este miraglo ¢. La tradición aragonesa atribuye a esta jornada la in- corporación a la heráldica regia de una peculiar Cruz de San Jorge y así lo recoge, con suma cautela, el perspicaz Zurita, que señala no haber documentación antigua sobre el caso: «Escriben los autores modernos que entonces tomó el rey [Pedro ] por sus armas y de- visas la cruz de sant Jorge en campo de plata, y en los cuadros del escudo cuatro cabezas rojas por cuatro reyes y principales caudillos que en esta batalla mu- rieron; y estas armas quedaron de allí adelante a los reyes de Aragón» 5. Una variante castellana del suceso, en el siglo XIV, atribuye el emblema al futuro Alfonso I («el Batallero»), que habría sido personalmente el ma- tador de los jefes enemigos'. Pero no es ésta la única versión que se conoce. En el siglo XIV un autor anónimo escribió algunos comen- tarios a la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio y allí se encuentra un texto poco conocido so- bre el rey Alfonso el Batallador que cambia un tanto la versión tradicional: Este rey don Alfonso de Aragón el Batallero traía las armas del campo blanco y la cruz bermeja, y en los cuatro cuarteles del campo traía cuatro cabezas de moros negros; y hacía esto por cuatro reyes mo- ros que venciera y matara en un día en una batalla. LAS BARRAS DE ARAGÓN De oro, cuatro palos gules, iguales entre sí y a los ' espacios del campo. Aunque el léxico heráldico moderno define la barra como una pieza en forma de franja que cruza el escu- do en diagonal, desde el ángulo superior derecho (se- gún el espectador) al inferior izquierdo, la tradición secular ha llamado «Barras de Aragón» al emblema pa- lado y rojigúaldo característico de la Casa Real de Ara- gón, que lo denominó «Senyal Real», término del que proceden la denominación de «senyera» que, por an- tonomasia, se da al Señ al Real de Aragón en los paí- ses hispanos de la Corona de expresión no castellana. < Crónica de San Juan de la Peña (versión aragonesa), 1370 aprox., ed. de C. Orcásregui, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico', 1986, p. 40. ' Anales, I, 31. En MENÉnDEZ PIDAL, R., ed. de la Primera Crónica General de España, II, de Alfonso X, Madrid, Gredos, 1977, p. 476.