50 Guillermo Fatás Cabeza - Guillermo Redondo Veintemillas con este culto en Bizancio y Macedonia, a partir de la pr i- mera Cruzada (y de ahí, más que de otros sucesos legenda- rios, entrarían devoción y símbolo en Aragón, Cataluña, Inglaterra, Rusia, Génova y otros Estados). Basta para comprobar lo compartido del símbolo con acudir a los Usatges o al Libro del Consulado de Mar. A pesar de todo, apuntemos una hipótesis: pudieron confluir en Zurita y otros cronistas tardíos dos hechos (uno cierto, el otro bien probable), vinculados ambos a la cruz (y seguramente a la cruz roja) que acabaron llevando a San Jorge hasta 1096 y la batalla de Alcoraz. Por un lado, lo ya expuesto para Pedro II, gran devoto del santo oriental. Por otro, el hecho de que la toma de Huesca —en la que no sólo ni principalmente se luchó contra musulm anes, no se olvide— se produjo meses después de que Urbano II lan- zase el «¡Dios lo quiere!». Puesto que las primeras cruzadas son las de Occidente y, en particular, las aragonesas (muy apoyadas por los papas), lo fue —y oficialmente— la de '~ Barbastro y Huesca. Y no sería raro que la cruz roja sobre el hombro hubiera adornado las indumentarias de las huestes de Pedro I. De estas dos tradiciones altomedievales surgiría luego la identificación, a partir del siglo XIII, de la, primera cruz con la de San Jorge, que ya era entonces la dominante y que recibió fuerte impulso con Pedro II. De modo que tendría explicación nada forzada la tradición humanística, ya establecida en el siglo XIV. Ahora bien: tanto en una como en otra ocasión no te- nemos ningún elemento sólido de juicio que nos consienta atestiguar que la cruz (con o sin cabezas, de San Jorge o no), actuó de otro modo que no fuera el de una identifica- ción de Cruzada, lo mismo en el caso evidente de Alcoraz que en el de Pedro II. En suma: el creer que es bandera de Aragón (o de su rey, que sería más propio), primero; y, segundo, que es privativa suya, implica aceptar como suficientes testimonios muy indirectos, en ningún caso de testigos presenciales y,