16 Guillermo Fatás Cabeza - Guillermo Redondo Veintemillas en esta locución no hay más injusticia que la de excluir a otras entidades históricas (principalmente a los reinos de- Valencia y de Mallorca). Y es uso más frecuente en la historiografía catalana, desde la «renaixenla» para acá, es- pecialmente, hablar de «barras catalanas» (a la manera, igualmente convencional pero notablemente impropia, en que se habla de «Corona catalano-aragonesa» e, incluso, de «Confederación», en un a veces útil pero no siempre conve- niente anacronismo, por cuanto que pretende darse a este término un valor oficial o público). La historiografía amante de lo impropio, al proceder de este modo, olvida tantas cosas, que no hay lugar aquí para nombrarlas todas; excepto, quizá, que tiene razones no propiamente científicas para existir y mantenerse. Recordemos algo elemental: no existen ni escudos ni banderas estatales (es decir, y para el caso: de los reinos ni condados) durante muchos siglos. Ni en Aragón ni en otra parte. Mal puede, en efecto, haber símbolo propiamente del Estado cuando éste no posee ni tan siquiera representa- ción capaz de decidir cuál haya de ser tal símbolo; la cir- cunstancia se omite regularmente tanto en la historiografía catalana cuanto en la aragonesa, no sabemos bien por qué. Muchos de nuestros paisanos de la vieja Corona parecen se- guir creyendo en la verdadera existencia de un parlamenta- rismo medieval, en la de unas Cortes democráticas y cons- tituyentes desde tiempos muy antiguos; cuando más cierto es que no pueden entenderse, con seriedad, como insti- tuidas antes de finales del siglo XIII, y eso con un carácter limitadísimo. No hablaremos del caso catalán. Pero se ha- ce, frecuentemente, remontar el «parlamentarismo» arago- nés a las leyendas suprarbienses, a las exuberantes falsifica- clones cometidas por el Justicia Cerdán —que se it ventó cuanto hizo falta para fortalecer el papel del Justiciazgo, no siempre honesto ni ejemplar— o a las fábulas de Blancas. Con ello se quiere, según parece, justificar la unas veces dudosísima y otras enteramente falsa existencia de usos