112 Guillermo Fatás Cabeza - Guillermo Redondo Veintemillas nan «la bandera sagrada de Aragón». El Congreso se hacía en un momento de gran entusiasmo autonomista y en él, fueron aprobadas unas interesantes «Bases de Gobierno para Aragón» que habían sido preparadas hacía casi dos años, y que van a ser un antecedente, con significativas va- riantes, de las aprobadas en el Congreso de Caspe. La ban- dera, como puede verse, constaba de un tercio, junto al as- ta, con dos cuarteles, en la parte inferior la cruz de San Jorge, y en la superior, parece ser, azulada; los otros dos tercios, barras aragonesas. Propuestas durante la República La congelación autonomista que supone el paso de Primo de Rivera por el gobierno hace que el debate se retome en 1930. Esta vez el pronunciamiento corre a cargo del ca- tedrático de Historia Medieval A. Giménez Soler. Su pro- puesta, «las barras, como en Cataluña y Valencia, y en el centro, cubriendo una parte de la banda roja y de dos amarillas, un cuadrado azul con la cruz blanca (Sobrar- be)... o bien, ese cuadro central podría contener ade- más de la cruz blanca sobre fondo azul la cruz roja y las cabezas, sobre fondo blanco» (dado que el color azul era el propio de los soldados aragoneses). III. Con la República asistimos al tercer gran momen- to de eclosión autonomista. En la Declaración de la reunión de mayo de 1931, patrocinada por el S.I.P.A., en la que estuvieron presentes numerosos sectores de las de- rechas aragonesas, se afamaba eclécticamente, «agrupados todos bajo la bandera blanca de la cruz del señor San Jor- ge, patrón del Reino, y las barras de Aragón...». El bienio constituyente se pierde, autonómicamente hablando, al no consolidarse ningún movimiento autono- mista importante. Tras el «bienio negro», y el ascenso del Frente Popular, al asumir éste las reivindicaciones autono- mistas, permite su conjunción con los núcleos autonomistas testimoniales tradicionales. Así, en Caspe, en mayo de